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La conversión de San Ignacio de Loyola: Una historia de fe y transformación

La vida de San Ignacio de Loyola no siempre estuvo vinculada a Dios y a la Fe.  A Ignacio López de Loyola (1491-1556) Dios lo atrajo mediante algo más brusco: un cañonazo.

El inicio de Ignacio en su conversión

Todo comenzó en Pamplona, en mayo de 1521. Un disparo de cañón rompió la pierna derecha del joven soldado. Para entonces, Ignacio era un miembro de la nobleza y soñaba con hazañas de caballeros, pero en su convalecencia leyó la vida de Jesús y vidas de santos, es así como comienza su camino de Fe. Comienza su conversión en Loyola, a partir de una experiencia personal de apertura profunda a Alguien que irrumpe en su interior por entre los ensueños de su corazón. Lo decisivo no fue percibir los movimientos interiores, sino descifrar su procedencia. La conversión empieza, pues, por la iniciativa de Dios. El mismo se referirá a esa experiencia como primera iniciación en el discernimiento.

Peregrina a Montserrat queriendo llegar a Barcelona,  para embarcarse hacia Tierra Santa, pero la epidemia de peste que azota la ciudad le obliga a quedarse en Manresa donde vive una profunda experiencia espiritual, tal y como él mismo escribe en su Autobiografía. Es esta experiencia espiritual la que lo transforma para siempre y que sería el origen de una serie de indicaciones metodológicas para guiar experiencias similares: el Libro de los Ejercicios Espirituales, una ayuda para orientar según Dios la propia vida. Por este motivo, la ciudad de Manresa, donde hoy la Compañía de Jesús cuenta con el Centro Internacional de Espiritualidad Cueva de San Ignacio, es uno de los lugares fundantes de la espiritualidad ignaciana.

En febrero de 1523, finalmente emprende su viaje hacia Tierra Santa, con la intención inicial de establecerse allí permanentemente. Sin embargo, al regresar de Jerusalén, comprende que su destino lo conduce por un camino distinto al que había planeado inicialmente. Es así como decide dedicarse al estudio, recorriendo las ciudades de Barcelona, Alcalá, Salamanca y París para nutrir su formación académica.  De esa forma, se entrega totalmente a la oración y a la pobreza y escribe las líneas fundamentales de sus "Ejercicios Espirituales"

En la última de estas ciudades, París, establece los cimientos de lo que serán sus primeros seguidores, y en el año 1540 da inicio a la fundación de la Compañía de Jesús. Junto con sus compañeros, viaja a Roma con el propósito de ofrecer su servicio al Santo Padre. Algunos miembros destacados del grupo, como Laínez, Salmerón y Favre, desempeñaron roles significativos durante el Concilio de Trento.

La principal preocupación de este grupo es la difusión y defensa de la fe cristiana, así como su compromiso misionero y la formación educativa de la juventud.

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El proceso de la conversión de Ignacio de Loyola

La conversión de San Ignacio de Loyola  no fue algo inmediato, al contrario, fue un proceso de vivencias interiores que el santo tuvo que descifrar y que le llevaron a descubrir la acción de Dios y a responderle, dejándose transformar y enseñar por el mismo Señor. Un proceso largo, lento, agitado, doloroso y liberador que no pone fin a la conversión, sino que es el inicio de una conversión continua que alcanza hasta los momentos más elevados de su vida mística.

A través de su biografía podremos descubrir la vida del hombre detrás de la leyenda. La extraordinaria transformación del Fundador de la Compañía de Jesús, desde una juventud impetuosa, impulsiva y obsesionada con las mujeres y la lucha entre espadas, hasta convertirse en el magistral y carismático líder de una Orden que cambiaría la historia de la cristiandad para siempre. “Ignacio de Loyola” narra la vida de un joven soldado, Íñigo (Ignacio de Loyola), que se vio obligado a renunciar a su carrera militar tras resultar herido en batalla. Postrado en cama y dedicado a nuevas lecturas, lo que se presentaba entonces como una desgracia se tornó en un deseo ardiente de convertirse en Santo.

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