La última película de Lars Kraume cuenta la historia real de un grupo de estudiantes que con su silencio causó una revolución en las aulas y movilizó a las autoridades soviéticas de Alemania del Este.
Las aulas son los lugares donde se forja el futuro, de ahí el énfasis en el adoctrinamiento ejercido durante el siglo XX por los regímenes totalitarios. El control de la educación de las nuevas generaciones es la herramienta clave para asegurar la pervivencia del status quo, pero por minuciosos que sean los esfuerzos por dominar las mentes, las historias de la Historia nos demuestran que la libertad interior escapa de cualquier cárcel o cadena. “La revolución silenciosa” es una de esa historias.
La última película del director Lars Kraume, -conocido también por “El caso Fritz Bauer”-, cuenta desde las voces de sus protagonistas uno de los episodios más sorprendentes ocurrido en la República Democrática Alemana. Un grupo de estudiantes decide simplemente guardar un minuto de silencio, y ese sencillo acto acarrea consecuencias inimaginables. El principal asesor de la película fue Dietrich Garstka, uno de los estudiantes de aquella clase que cincuenta años más tarde, en 2006 escribió su experiencia en el libro The Silent Class.
Corría el año 1956 y en el pequeño pueblo de Storkow en la República Democrática Alemana (RDA) todo discurría en una aparente calma bajó el control de las autoridades soviéticas, hasta que llegó a los oídos de un grupo de estudiantes una noticia que les hizo replantearse lo que hasta entonces consideraban certezas inamovibles. En casa de un disidente local sintonizaron la Rundfunk im amerikanischen Sektor, más conocida como RIAS, una emisora de radio americana que en aquel momento retransmitía noticias sobre la Revolución húngara, también conocida como Otoño húngaro.
La Revolución húngara
Tan solo tres años después de la muerte de Stalin su sucesor Nikita Jruschov, realizó un discurso conocido como “el discurso secreto” en el que se criticaban, aunque no de manera contundente algunos de los excesos de Stalin. Aquello fue interpretado como una señal por parte de las Repúblicas Soviéticas en las que había ido cobrando fuerza la demanda de más libertades y el derecho al autogobierno. Los primeros en movilizarse fueron los estudiantes húngaros, que se manifestaron denunciando los abusos de la policía política, la ÁVH. En esta primera movilización las autoridades ordenaron abrir fuego contra los estudiantes para reprimir la rebelión, pero la mecha de la revolución ya había prendido y se extendió por todo el país.
A pesar de la represión, la revolución triunfó en un primer momento derrocando el el gobierno de András Hegedüs, un emisario de Kremlin. Imre Nagy, que asumió el puesto de presidente en funciones, disolvió formalmente la ÁVH y prometió restablecer las elecciones libres. Pero desde Moscú no estaban dispuestos a dejar que la semilla de la libertad arraigara y se extendiera. El 4 de noviembre el ejército soviético invadió Budapest y aplastó la revolución dejando tras de si más de 2.500 húngaros muertos y 200.000 refugiados. Los arrestos masivos y las acusaciones continuaron por meses.
La chispa de la rebelión
En este contexto, el silencio de los estudiantes del último curso de la escuela de Storkow en Alemania del Este, no fue considerado por tanto como una simple broma juvenil, sino como un conato de rebelión, como una chispa que a través de las ondas radiofónicas había viajado desde Hungría para prender en las mentes de aquellos estudiantes. No obstante, a pesar de que todo el peso del aparato soviético y la STASI, el omnipresente órgano de inteligencia de la RDA cayeron sobre estos estudiantes, la película muestra como se mantuvieron fieles a sus ideales, al ansia de libertad asumiendo todas las consecuencias de su “revolución silenciosa”.
La película de Kraume recrea a la perfección la atmósfera de las áreas rurales de la RDA durante los años 50, donde la ideología comunista imbuía todos los aspectos de la vida cotidiana desde urbanismo, al trabajo pasando por las relaciones sociales y familiares. En ese contexto, -en el pequeño universo que es un pueblo- todos se convertía en potenciales espías, que conocía hasta los últimos detalles de la vida de los demás, donde entre los motivos para denunciar a alguien no solo entraban en juego razones políticas sino rencillas personales.
“La revolución silenciosa” es un largometraje ideal para jóvenes y estudiantes que muestra la necesidad de desarrollar un pensamiento crítico al margen de las convenciones sociales o las ideologías dominantes. Del mismo modo, refleja la importancia del valor de la amistad y la lealtad, de la coherencia entre ideas y acciones; y sobre todo la valentía necesaria para defender esos ideales a contracorriente.
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