Imagina a una mujer que, con dos matrimonios a la espalda, 7 hijos, viviendo en la comodidad, el lujo y opulencia de Beverly Hills decide, a sus 50 años, dejarlo todo e ingresar voluntariamente en una de las cárceles más duras de Estados Unidos para dedicar su vida a cuidar a los presos conviviendo con ellos en sus mismas condiciones.
Imagina que esa mujer es ordenada monja y funda una nueva orden religiosa con el permiso y la bendición de obispos de dos países, México y Estados Unidos. Quizá en ese momento empieces a vislumbrar que debe tratarse de alguien algo especial con una vida que merece ser conocida por todos...
Esa mujer es real: Antonia Brenner, La Mama de la Prisión de La Mesa, Tijuana, también conocida como “El ángel de la cárcel”. ¿Qué mejor manera de divulgar su extraordinaria historia que con una película que nos muestre la realidad que vivió? así nace la película “La Mama, la vida de una monja estadounidense en una prisión mexicana”, que ya puedes ver en Famiplay.
Lo cierto es que Antonia siempre fue una mujer de Fe, educada en el respeto a los demás y la ayuda a los más desfavorecidos a pesar del ambiente de Beverly Hills. Casada muy joven, su siendo madre de tres hijos le supuso un gran desasosiego que la alejó de esos valores y principios que había adquirido en su niñez. Volvió a casarse y tras 5 hijos, nuevamente volvió a divorciarse.
Tras estas infortunadas vivencias, Antonia comenzó a involucrarse cada vez más en la realización de obras de caridad, conociendo así al padre Henry Vetter, quien sería, a la postre, quién la ayudaría a descubrir su propósito de vida.
En 1965 conoce la cárcel de La Mesa: decide acompañar al padre Henry en su labor caritativa, para repartir comida, ropa y medicinas entre los presos; lo que allí vio le impactó enormemente. Su dedicación solidaria en la cárcel fue en aumento y su Fe renaciendo. Pasaba los días ayudando, consolando y orando por los presos, obteniendo su respeto y el amor, prueba de ello fue la intervención como mediadora en las cuitas carcelarias, llegando incluso a detener más de un motín.
En 1969 vive otra gran experiencia: una noche soñó que ella misma era una presa condenada a muerte en el Calvario, al día siguiente sería ajusticiada. Mientras esperaba recibir su pena, recibe la visita quien reconoce como Jesús, quien le ofrece intercambiarse y ser ajusticiado por ella; Antonia declina el ofrecimiento, tocándole la mejilla y pidiéndole que nunca la abandone. Es hecho le hizo sentir su Fe aún más fuerte y reforzar su sentimiento de estar cumpliendo su misión en esta vida.
Tras 10 años volcada en este servicio, ya era conocida como La Mama, incluso vestía un sencillo hábito que ella misma se había cosido. Es en este momento cuando pide ser ordenada monja; su vida y obra ya había llegado a oídos del obispo de Tijuana, quien accedió. Como se daba el caso de ser madre de 7 hijos y divorciada en dos ocasiones, se creó una nueva orden para poder realizar la ordenación: las Siervas Eudistas de la Undécima Hora, que además, facilitará en los meses y años siguientes la ordenación de mujeres con vidas parecidas a la suya. de esta manera, la Mama de La Mesa cumplió su deseo de ser ordenada monja a los 50 años de edad, era la madre Antonia.
En 1977, pocos años después de ser ordenada monja, la madre Antonia se trasladó a vivir al interior de la propia cárcel, viviendo en una celda igual al resto, comiendo lo mismo que los presos e incluso formaba con los prisioneros en los recuentos e inspecciones. Solo se acompañaba de un crucifijo, una biblia y un diccionario de español.
Durante cerca de 30 años su hogar fue la cárcel, enferma, nunca quiso separarse de aquellos a quienes aliviaba sus penas y les hablaba de Jesús. En cada uno de ellos decía ver a Dios, criaturas que aún podían ser salvadas para la vida eterna. Finalmente, sobre el 2010, con su salud muy deteriorada, fue trasladada al Convento de las Siervas Eudistas de la Undécima hora de Tijuana, a poca distancia de esas rejas que fueron su hogar y allí falleció, un jueves de octubre de 2013.
La Mama fue muy querida en vida y recordada en su muerte. Toda su vida es un ejemplo de que Dios escribe recto con renglones torcidos, nunca te abandona y sin duda, el amor al prójimo puede llenar por completo un corazón entregado a Él, sin importar las circunstancias ni las penalidades que ello pueda conllevar si la generosidad mueve tus actos. Y ahora que conoces más sobre ella, ¿quieres ver cómo es la vida de Antonia Brenner?